Alfredo Di Stéfano
Bautizado la Saeta Rubia por la rapidez de su juego. Un centro delantero todoterreno, su paso arrollador por River Plate, la selección argentina y el Millonarios colombiano lo habían convertido para 1953 en el mejor jugador del mundo, cuando emigró a España tras protagonizar el fichaje más polémico de la historia (Real Madrid lo contrató cuando parecía haber fichado por el Barcelona). Con los merengues marcó 418 goles en 510 partidos y conquistó ocho Ligas españolas y cinco Copas de Europa, entre muchos otros títulos. Fue cinco veces 'Pichichi' y lideró uno de los mejores equipos de la historia, que incluía al crack húngaro Ferenc Puskas. Balón de Oro en 1957 y 1959, Di Stéfano impuso la modalidad del jugador total, que domina cada aspecto del juego y en cada lugar de la cancha. Aunque formó parte de los seleccionados de Argentina y España, nunca logró disputar un Mundial.
Lionel Messi
Ningún otro futbolista ha sido elegido como el mejor jugador del mundo en cuatro ocasiones. Messi lo logró de manera consecutiva (2008-2012) a los 25 años. Lo que significa que tarde o temprano será considerado de manera unánime como el mejor de la historia. Sin embargo, tras ganar todos los títulos que disputó con el Barcelona, entre ellos la Champions League en tres oportunidades, la Pulga deberá conquistar la Copa del Mundo para despejar todas las dudas. Tiene todas las herramientas que necesitaría para guiar a la Argentina a su tercer título Mundial: liderazgo, ambición, sacrificio y un talento
Pelé
A los 17 años anotó seis goles en el Mundial Suecia 1958 para darle al primera Copa del Mundo a Brasil. Doce años después, lideró la mejor selección de todos los tiempos, la Seleçao de 1970, que consiguió el título mundial en el estadio Azteca, donde O Rei anotó un golazo y dio una asistencia magistral en la final contra Italia. Dueño del equilibrio perfecto entre el portento físico y la técnica, Edson Arantes do Nascimento asegura haber superado la barrera de los mil goles a lo largo de su carrera con el Santos, y un epílogo con el Cosmos de Nueva York. Lo que no está en dudas es que, con su inagotable talento y carisma, Pelé logró una fama internacional inédita para un futbolista, y vinculó para siempre la camiseta número diez con el talento supremo.
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